"Irónico"
Técnica: digital
Ilustración ganadora del cuarto concurso de ilustración de la Revista Literaria Hotel.
A continuación el cuento que ilustre, (desconozco el nombre del autor, en cuanto lo sepa lo comunico):
Irónico
“And isn´t it ironic?, don´t you think?”
Alanis Morissette
Me gusta ver que las parejas se besan. Particularmente cuando voy manejando y ellos, en el coche de adelante, aprovechando el alto, se inclinan uno hacia el otro y las siluetas se unen hasta que la luz cambia de nuevo. Puedo adivinar la sonrisa de ella y sus manos pequeñas. Puedo calcular sus bromas. Hermosos los dos, como una botella de ron antes de romperse en la madrugada. Qué irónico…
Pero, veamos… ¿Exactamente cómo se dice cuando las cosas son otra? Ironía, ¿no? Siempre he tenido dudas con este asunto. Una vez le pregunté a mi amigo Jorge (digo, él estudió un semestre de letras y seguro sabe de esto) y me dijo que no podía ser una ironía porque la ironía implica una enunciación. Yo protesté. Respondió que no sólo había enunciación sino intencionalidad. Intencionalidad. Claro. Allí te quiero ver. Rompiéndote como una botella de ron en la madrugada y haciéndolo intencional (“Perdona, querido, le presté tu paraguas a Carlos, y Carlos –ahora lo sabes— ha sido mi amante durante los últimos meses”. “Perdona tú, querida, el paraguas ha servido para que mi compañera de trabajo se cubra después de follar toda la noche con ella, durante los últimos dos años”). Mira tú a la pobre de Alanis Morissette escribiendo sobre ironías, cantando en el video como un gato hormonado. Linda la canción, pero dicen los friquis que no hay ironía. No hay, supongo, pero es poético, ¿no? Si pones a una chica iraní follando con medio colegio en Austria, es poético. Si ves Schoolgirls orgy es vulgar. Si le pones los cuernos a tu novia no es poético a menos claro que sufras mucho por ser como eres (es decir, un patán picamonos). De otro modo es vulgar.
Y este alto no se acaba y la pareja no deja de besarse. Pongamos por caso, un tipo como yo. Manejo siempre tranquilo, no presto paraguas, no estudio letras, no me beso con nadie en los altos, pero, puta madre, suelo romperme todas las madrugadas. Completito, con fábulas y silencios. Pongamos por caso que acabo de matar a mi esposa y a su gato (que no estaba hormonado). Digamos que he dejado de fumar. Añadamos que soy amigo del amante de mi esposa y que gano menos de 20 000 al mes. ¿Lo ven?, ya está. La telenovela sosa o el cuento magistral. ¿De qué depende? Quizá de que un poco antes, desde la sala, llamé con mi celular al de mi esposa (quien estaba en el baño), y mondamente le dije que iba a matarla en unos minutos. Ella rió (solía ser dulce), y sin soltar nuestros teléfonos, salió de bañarse y yo me fui acercando a ella. La abracé por la espalda mientras le contaba cómo se hacía la ceremonia delseppuku. Ella reía y comenzaba a respirar entrecortadamente. Soltamos los teléfonos. Con los dedos bailando en su vientre le fui señalando el camino que debía seguir la daga ritual al abrir los músculos abdominales, y cómo, para evitar cualquier muestra indigna de dolor, un amigo del suicida se encargaba de rebanarle el cuello. Al decir esto último comencé a besarle la nuca mientras blandía una pequeña navaja francesa. Y ya tienen, no es telenovela porque el descuartizamiento no es televisable (salvo en los Caballeros del Zodiaco) y porque “seppuku” es vocabulario demasiado intenso para los guionistas.
La otra opción todavía queda pendiente (y quizá inalcanzable), el cochino cuento magistral. Pero hay que cuidar de no quedarse en los detalles sombríos y deleitables de la nota roja: “el desalmado asesino se deshizo del cuerpo de una manera macabra, brillante y brutal. Más detalles en la página 6”. Por supuesto, aquí no es la nota roja y no llegaremos a la página 6. Pero lo hice como escribió el redactor de la prensa: de manera “macabra, brillante y brutal”. En fin, si querían un cuento con una honda pintura psicológica del personaje, ya valió madres porque no hay nada. La maté como en una película de ficheras, por puros celos y porque un cabrón me albureó en la calle. Podríamos añadir que también porque soy aficionado al tema de los asesinos seriales y del crimen perfecto. Pero y bueno, ¿qué? Si les desgrano todos los motivos, si les cuento mi infancia desteñida y temblorosa ¿qué?, ¿qué gana la literatura? Pues puro camote como siempre. Y eso es poético.
Ahora, 37 meses después de lo ocurrido (como pueden ver, soy un mentiroso, no acabo de matarla, ya tiene un rato), ya está la solución al gran enigma. El crimen perfecto es posible. Lo hice yo. No puedo decir que lo planeé, así que tal vez sea más adecuado decir que la chiripada perfecta existe. De todos modos también la hice yo.
Era hermosa y elástica mi esposa. Daba gusto montarla. Buena hembra, como dirían Juan Samperio, Julio Cortázar y Jaime Duende. Una vez, hasta comencé a improvisarle un poema mientras follábamos: “tu lengua, fuente viva para el sediento, la adolescente voz de inmóviles ternuras, arrrggghhh, arrggggghhh”, pero me corrí y allí se acabó el poema. El crimen perfecto existe. El asesino modesto no. Perfección criminal y soberbia son mutuamente excluyentes. Así que esto es, creo, una especie de confesión. No del crimen (¿quién se fija en pendejadas?), sino de la imposibilidad y de la tragedia. No logré la telenovela, no logré el cuento, no pude hacer que mi esposa me besara en los altos ni que guardara un paraguas sin Carlos, nunca entendí lo de la ironía como no fuera en los ejemplos de la doctora von der Walde (pero eso no sirve: es literatura), nunca entendí lo poético, mi máximo logro fue arañar el crimen perfecto, pero acabo de cancelarlo con mi torpeza, ni siquiera he completado el número mínimo de víctimas para ser asesino serial (en wikipedia dice que son tres). Todo está vacío y lo sabemos, todo es irónico y lo sabemos, todo está vacío y nos hacemos pendejos. Ni siquiera me queda el consuelo de ser depresivo.
Y es cierto, me rompo todas las madrugadas, completo, completito, con fábulas y silencios como una botella de ron. Pero tampoco importa y eso es poético.
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